Iba conduciendo por la Nacional 1, ahora AP8, y diciéndome para mí – menos mal que hace buen tiempo, aunque es de noche… pero Sara siempre, siempre dices sí a todo sin prever nada – Edith me había invitado a asistir a la iniciación de una aprendiz de su logia de Baiona y a mí me faltó poco para entusiasmarme con la idea de revivir la experiencia, desde el otro lado, como observadora aunque mi francés fuera nulo. Quizás por esta razón, también podía ser mas nuevo.
Seguía yo con estos pensamientos, cuando a pocos kilómetros me encontré con una gran cola de camiones que ocupaban el carril derecho de la carretera, fueron como unos 15 kilómetros hasta la frontera, pensé siempre igual, dicen que ya somos Europa pero esta barrera esta siempre ahí, hay algo que te dice que tienes que revalidar para poder seguir mas allá. Una vez pasado este control, la circulación era normal y sentí que me solidarizaba con los pacientes camioneros que había dejado atrás.
Encontrar una dirección en Francia siempre me ha parecido una tarea complicadísima. Por primera vez el GPS me ayudó a encontrar el punto donde había quedado con Edith, en la plaza, frente a la iglesia, así que estaba de suerte.
Las casas estaban adornadas con luces, algo que me resultó familiar, no porque al otro lado de la frontera lo hagamos sino de verlo en las películas, se respiraba a Adviento.
Allí estaba Edith, tan amable y cercana, no había tenido ocasión de cruzar muchas palabras con ella, sin embargo, al invitarme a la celebración me dijo que sería algo especial ya que podría revivir mi propia iniciación y conocer su logia, me gustó el detalle. Me enseñó los templos de su logia, me llamó la atención la decoración tan particular, los espacios… Me presentó a mucha gente y al poco se inició la ceremonia, todo en francés y aunque no tengo ni idea, creo que entendí casi todo, no me resultó extraño, todo empezaba a cobrar sentido. Fue un acto solemne y fraternal, como también son nuestras tenidas. Después asistimos al ágape, fue muy agradable compartir con todos los hermanos y hermanas, cada vez el idioma era menos importante.
Dormí en casa de la hermana Edith y a la mañana siguiente, viendo desde la ventana el bosque que rodea la casa, con su marido y ella tomando un café, oyendo sus relatos tan vívidos de como han participado en todas y cada una de las logias que se han venido creando a este lado, me hizo recordar a otro relato de un partisano que conocí, hace muchos años ya, en la época del régimen fascista, cuando mi curiosidad por conocer como fueron aquellos tiempos difíciles donde personas solitarias y convencidas luchaban a riesgo de sus vidas por aquello en lo que creían. Con gran pesar, me despedí de esta pareja que con tanto coraje y pasión han llevado esta misión adelante. debía llegar pronto a mi destino.
Esta vez, en mi camino de vuelta, me sentí invadida de una sensación muy reconfortante y entrañable y algo que me llamó poderosamente la atención, “la frontera” había desaparecido.